Nada más comenzar a esclarecerse
el día, cuando irrumpen los rayos de sol en su habitación, sus ojos se
llenan de nuevo de lágrimas. El irritante sonido de la alarma, de la primera, y
la idea de que en pocos minutos sonará la siguiente, la carcomen por
dentro. Pero ella llora, suelta la rabia
y el dolor que lleva dentro ignorando los sonidos externos, tan solo escuchando
sus sollozos. Su piel se ha vuelto grisácea con el tiempo, sus ojos caídos, la
cara arrugada. Pocos dirían que es una joven que acaba de entrar en la vida
adulta. Sin embargo, mientras grita y se retuerce, sufre e intenta controlar su
ira nota el suave abrazo de su madre. ¿Por qué llorar? ¿Para qué sufrir si le
puedo contar un cuento a mi madre?
No hay comentarios:
Publicar un comentario