martes, 1 de marzo de 2011

Las Sombras del Sol

Clara se sentó en un banco a pensar. Era uno de esos días soleados en los que todos se sienten felices y sonríen. Días en los que gente como ella se pone a pensar. Miró al cielo y quedó cegada por la luminosidad del día. Pensando, empezó a darle vueltas a un problema que tenía. Era una persona llena de contrastes y por momentos le dolía ser como era. Feliz y reluciente, y al segundo, triste y apagada. Era una de esas personas que no consiguen decidirse. Clara siempre estaba dividida. Todas sus acciones se contradecían entre sí. Mucha gente la conocía como una persona callada, pensativa, madura, que en ocasiones parecía triste. La veían como una persona gris. Otros veían en ella una luz radiante que consigue alegrar y divertir a todo aquel que se le acerque. Alzó la vista. Era como las sombras del sol. Ella no era como las sombras negras que aparecen detrás de un muro. Clara era oscura y luminosa, triste y alegre, inteligente y estúpida. Se vió reflejada en la ventana de un coche y en su cara se dibujó una sonrisa triste. Su cara brillaba por la luz pero su mirada, oscura por naturaleza, quedó oculta bajo un manto sombrío. Y la última luz que brilló en su mundo de tinieblas era una frágil lágrima que se escapó silenciosamente de sus trsites ojos.

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